26/1/08

Arte Poética

No fue sino hasta ayer que noté la presencia del zanate.
Omnívoro, omnipresente picoteando la ventana del ahora.
Quiscales en el techo, en el tendido eléctrico, en la puerta
del buzón, sobre la punta del paraguas, sin lluvia.

Del pico de un pájaro retoña otro pájaro,
caen al suelo y brincotean como si fueran de cuerda.
Sus huellas son todas las hojas del otoño,
crujiendo bajo la ceniza decembrina de la nieve.

No es poesía el azulejo entre doscientos zanates
sino los zanates picoteando al mismo tiempo,
los residuos de todos los excesos del verano.

Las aves alzan el vuelo al ras de mi ventana,
se fueron a esperar sobre las ramas peladas;
hojas negras de cabezas azules que anticipan
el momento de mi ausencia.

Un gorrión aguarda en la puerta del tren a punto de partir.
Una paloma da un paso en falso y se desploma.
La cola del zanate no es abanico, como el abanico
nunca podrá graznar como zanate.

No fue sino hasta ayer que supe el nombre de este pájaro
corriente, mal agüero, presagio clarinero del retorno,
recolector de ayeres incompletos, vigilante
sobre la punta de un atardecer, con aguacero.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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